Adiós al amigo, al maestro Moisés García
Era una mañana de octubre de 1991
cuando le conocí en persona, antes ya lo había leído con frecuencia. En esos
días me había quedado desempleado, el IFE había concluido el proceso electoral
y era tiempo de buscar nuevos horizontes.
Recuerdo que llovía fuerte, los
chorros de agua caían fuerte sobre las banquetas de la avenida Zaragoza, la más
transitada de la ciudad. Llegué a las oficinas del diario que en aquellos años
era una especie de fortaleza. Ya había una cita pactada. En la dirección estaba
aquel hombre que en el tiempo se convirtió en un maestro. Era Moisés García.
Una conversación corta y los amarres
para unas ‘pruebas’ y ver si me quedaba, cosa que superé y oficialmente inicié
a trabajar el 15 de noviembre, de la década de los 90’s del siglo
pasado.
Frente a mi estaba una Redacción que
se me hacía enorme, eran los inicios de la transformación, cuando se habían
dejado las máquinas de escribir para dar paso a los computadoras.
El paso de los años me permitieron
conocer a las personas que aún hoy tenemos fuertes lazos de amistad y entre los
que se encuentran Enrique Gutiérrez, Mirtha Méndez, Paúl Mercado, Cinthia
Sánchez, Osvaldo Armenta, Rosina Ávila, Chico e Isidoro Valenzuela. Todos bajo
el mando de Moisés García.
Aunque el tiempo me dio para convivir
y tener largas conversaciones aderezadas con cerveza o güisky que a él le
gustaba, a Moisés siempre lo traté de ‘usted’. Una especie de respeto al
maestro al que yo considero uno de los ‘zorros’ del periodismo en Sinaloa, del
que aprendías.
Su agudeza le acarreó enemigos,
crueles, muchos de ellos que al amparo del anonimato intentaron destruir su
nombre.
Hubo incluso aquel atentado en
febrero del 2009, cuando su domicilio fue rafagueado con arma de alto poder.
De 51 (así le decíamos pues en la
frecuencia de radio que en aquel entonces nos asignaban, ese número lo
identificaba) se podrán decir muchas cosas, pero nadie se atrevería a
descalificar su paso por el periodismo guasavense.
Anoche que me enteré de su muerte se
vinieron sobre mi mente los recuerdos, las conversaciones y los consejos.
Me quedo con todo, con aquella imagen
de él entrando a La Campiña que fue la despedida física, con la llamada que me
hizo y su opinión cuando se enteró de la salida de varios de mis ex compañeros
de la Redacción que marcó un antes y un después en El Debate.
Adiós al amigo. No estoy seguro si
existe el más allá –en lo personal creo que no-, pero si eventualmente lo
hubiera, seguro nos encontraremos con una humeante taza de café. Hasta siempre, maestro.
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