En memoria de Kiko Guerrero
Le conocí en 1991, cuando entré a la Redacción de El Debate. Compañero de cientos, de miles de historias. Me lo presentaron como Francisco Guerrero Talavera, pero que mejor le dijera Kiko Guerrero.
Él, invariablemente, con su cámara colgada a su
cuello. Fue de los que necesariamente aprendías en ese oficio o profesión del que
muchos estamos orgullosos. Siempre gozabas antes de hacer click en el botón que
capturaba la imagen.
Yo era un novato en esos años. Cierto, venía de la
Universidad, pero como siempre sucede, en las aulas no te enseñan a husmear ni
a desarrollar el olfato periodístico. Debo decir que junto a Kiko y ‘don Reimón’
y del resto de esos grandes personajes de la Redacción, algo aprendí.
Junto a Kiko transité kilómetros, como cuando nos
tocó dar cobertura a la destrucción de plantíos de mariguana en terrenos de
Sinaloa, municipio.
O cuando fuimos a La Joya de los Martínez en los altos
de la sierra para dar cobertura al asesinato a manos de elementos del Ejército,
de una familia de esa zona. Fueron cientos de sinuosos kilómetros de la sierra occidental que marca a Sinaloa.
O cuando estuvimos varios días comisionados en la
caseta de Cuatro Caminos en aquel movimiento de traileros que bloqueron la
Internacional y a quienes un día de esos no les gustó la cobertura que hicimos
y cuando empezaron a leer el periódico, nos despertaron con gritos y movieron
el `bochito`en el que estábamos descansando.
O cuando nos mandaron a la cobertura de la muerte
del Ceja Güera en esa región que se convirtió en una fortaleza.
O cuando detuvieron a Chuy Leyva ‘El Pescador’ , en la caseta de Cuatro Caminos.
Ahí estaban todos los fotógrafos asignados.
Muchas, muchas historias.
No, ya no me responderás para confirmar lo que estoy
escribiendo.
Recuerdas cuando dimos cobertura al `cementerio’ de
caparazones de tortugas marinas en una isla frente a El Huitussi.
Había quienes te decían “Mi kiko”.
Cuando me confirmaron la gravedad de tu estado me
puse a pensar lo indefensos que somos, lo vulnerable que estamos quienes de
alguna manera trabajamos en medios de comunicación. Toma fuerza una frase que
les dije a estudiantes de Comunicación en una conferencia a la que me invitaron.
A los estudiantes les dije que a muchos de nosotros nos toca narrar muchas
historias de injusticia, pero que lamentablemente no nos tocaba escribir la
nuestra. Por muchas razones, así es esto.
Me niego a decirte adiós.
Si he de decidir con cuál historia me quedó para
siempre, sería aquel diciembre, del 2013 , en El Burrión.
“¡Hay un enfrentamiento!”, me dijiste al teléfono
en aquella madrugada. En aquellos días estaba de vacaciones el reportero de
Policiaca.
Tomaste la unidad y yo te acompañé.
Al llegar a esa sindicatura, por la Internacional,
había decenas de carros marcados con una enorme “X”. Se respiraba la pólvora y
se palpaba la adrenalina, la muerte. Me dio la impresión de ver varios cuerpos tirados
sobre el espacio de la gasolinera, pero oficialmente escribimos sobre uno.
“¡No te detengas!” Recuerdo que te dije.
No sé si fue el miedo o instinto de protección, que
me hiciste caso. Ninguna foto de ese momento. Nuestra vida corría peligro.
Tomamos por la carretera a La Brecha y también ahí
había unidades abandonadas, marcadas por ráfagas de potentes armas.
Luego a kilómetros a la distancia escuchábamos el
nuevo agarre. Ruidos de potentes armas.
Regresamos al amanecer, cuando aquellos `hombres
malos´ se empezaban a ir.
Un día, ya como Editor en Jefe, recuerdo que me
solicitaste que se moviera la posibilidad de trasladarte a El Debate de Los
Mochis, para estar cerca de tu familia.
Siempre hubo una comunicación.
Estimado Kiko. De los integrantes de la vieja guardia de
aquella Redacción poderosa.
¿Recuerdas cuando reportaste tu carro robado cuando
dabas cobertura al beisbol?
No, no se lo habían robado. Lo habías dejado
encargado en una Alianza de Transporte. (jajjajajajjaja, no puedo evitar reír e
imaginarte)
O cuando te expulsaron del terreno de juego por meterte
valientemente a tomar una foto cuando esas extrañas reglas de la Mex Pac
empezaron a aplicarse. Creo que fuiste de los pocos fotoreporteros que te expulsaron,
pero tu trabajo siempre estuvo ahí.
Pudiera seguir escribiendo de nuestras experiencias
y aventuras al lado de mi compadre Paúl, Enrique, mi compadre Véliz, de tu hermano Vicente, de todos.
Pero me gana la nostalgia y no puedo evitar que se me nuble la vista.
No, ya no me leerás.
Debo decirte que extrañamos siempre tus enormes fotografías,
la de los niños jornaleros agrícolas.
Una de las fotografías de las que más estabas
orgulloso era aquella en donde tu click capturó justo cuando entraba el balazo
en la frente de un individuo que tenía retenida a una familia al norte de Guasave.
Un abrazo hasta la eternidad, compartido con tu
familia, tu esposa e hijos; va otro grande para el compadre Vicente Guerrero.
Mi amigo Kiko Guerrero, compañero de mil y una
batallas, la vida se compone de ciclos, pero es difícil decir adiós.
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