Explotación infantil y nuestro silencio cómplice

 


El 22 de marzo del 2023, la cruda realidad nos dio una bofetada a quienes acudíamos a una cuartería en donde ‘habitaban’ jornaleros agrícolas provenientes del sur del país o de Chihuahua y que estaba ubicada en la sindicatura de Ruiz Cortines, Guasave. No por ser ajenos a la realidad, que, como reporteros en el pasado reciente la habíamos trabajado, pero por lo ahí visto, había sido de una manera superficial, de lejos, quizá solo denunciando las irregularidades o atendiendo el ‘dijo, señaló o afirmó’.

La muerte de niños, hijos de jornaleros agrícolas en esa región, desató un operativo de las autoridades estatales y municipales. Ríos de declaraciones, posturas dramáticas y golpes de realidad de funcionarios estatales que daba la impresión de que nunca habían penetrado el mundo de quienes con sus manos recolectan el alimento que se ve estupendamente colorido en los anaqueles de los supermercados nacionales y en el vecino país del norte.

Cuarterías cubiertas solo con hule negro, de piso, la tierra. En ellos habitaban niños cuidados por menores más grandes, sus compañeras constantes eran las enormes ratas que buscaban alguna migaja que, por accidente, se les pudo caer de sus bocas.

Pies descalzos, su rostro cubierto por costras de sus escurrimientos nasales de las gripes que les estaba causando bajas en los más débiles.

Un muñeco tirado en el suelo junto a unos huaraches ‘recostado’ sobre unos costales, que eran a su vez la cama en donde se dormía, era o es, la realidad de los hijos de jornaleros que dan vida al valle de Guasave y que lo hacen de los más productivos.

Al momento de intentar conversar con los niños, solo se obtenían monosílabos: No era necesario preguntarles si trabajaba recolectando tomate o chiles o papas. Sus manos les delataban con ese color negruzco que les deja esa actividad.  

Afuera, en la pomposamente ciudad -así está reconocida Ruiz Cortines-, la vida cotidiana de los habitantes, transcurría de manera normal, como si nada pasara, como si ese segmento de población que también les genera ingresos con el consumo o con la renta de esas inhumanas cuarterías, fuera solo parte de la escenografía de sus polvosas calles. Así, como si nada importara.

Niños invisibles, sin acceso a la educación; y aunque la Secretaría de Educación ya les puso un aula móvil en un centro de atención infantil habilitado por autoridades, la realidad es que las estadísticas son aún más serias, ellos no tienen acceso a escuelas normales, solo algunas empresas agrícolas tienen programa de atención, pero la inmensa mayoría no. Ellos siguen siendo esa materia prima tan demandada.



Viene todo ese recuerdo a propósito de esa carga humana de menores rescatados de un barco y traídos a Topolobampo. Ellos son la realidad, representan las infancias perdidas, sus padres los ven como ingreso a su deteriorada economía, los agricultores como mano de obra, que, a futuro les representará una garantía de que la cosecha se seguirá cortando.

Y así, mientras la autoridad dice que se está investigando para ver a dónde iban a ir a trabajar o si está relacionada con explotación infantil, en los campos del valle sinaloense ya inició la temporada de trabajo.

Y así, mientras seguimos esperando una disculpa de España por las vejaciones a los pueblos originarios, que ciertamente ocurrieron, en nuestro país tenemos también una agenda pendiente de abusos, de esclavismo moderno, de explotación infantil que ocurre, así frente a nuestras narices. Nosotros también somos cómplices de esta terrible realidad.

 

Gracias por sus lecturas y por compartir.

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