Relatos| "Murió de hambre mi viejita"

 

 


Esa fue la frase que me dijo. “Murió de hambre mi viejita”.

Antes de eso moría la gente en la sierra, por allá cerca de Cosalá, Sinaloa. Ya en terrenos de la sierra de Durango, dice en la conversación aquel hombre de edad avanzada y con quien me gusta platicar cada vez que tengo oportunidad.

Él con un envase de caguama al que le da unos sorbos y yo con un bote de cerveza.

Así me contó ese nuevo pasaje de su historia de vida, de cuando vivió en la sierra.

De esos recuerdos de la infancia, arranca aquella mañana que tuvo que recorrer varios kilómetros a pie junto a su hermano por esos caminos enredados a vender una gallina para que compraran algo de maíz para hacerle un ‘atolí´ a su viejita que estaba tirada en un catre.

-        --  “Anda tú, ve p´al abarrote del fulano, véndele esa gallina y con lo que te pague, compras maíz para hacer tortillas y un atole”, cuenta que le dijo su madre.

Llegaron a Cosalá. Un pueblo chico de aquellos años que pegaban casi para finalizar la década de los 50´s del siglo pasado.

Ahí estaba el abarrote del cacique de pueblo.

-      --¿Qué quieren ustedes? Les gritó el hombre en tono despectivo a aquellos pequeños con ropa roída por el tiempo y sus huaraches remendados.

Ellos con la gallina bajo el sobaco le dijeron que se la cambiaban por maíz.

-      --  ¡Que maíz, ni que nada, váyanse por donde vinieron! Les dijo.

Los pequeños salieron con el ave bajo el brazo y sus ilusiones rotas.

Atravesaron la pequeña plaza, creían que habían fracasado en el intento de proveedores de alimento.

En eso estaban cuando de repente se encontraron al padrino de uno de ellos y les preguntó el motivo de su visita.

Le contaron de su odisea y del desprecio del viejo abarrotero que los había mandado por un tubo.

El nino se los llevó a su casa y pidió a su esposa ‘la Silveria’, les sirviera un plato lleno de frijoles con tortillas y queso que devoraron en minutos.

Luego le dio indicaciones de que les llenara un pequeño costal con maíz  y unos kilos de frijol para que llevaran de regreso.

En eso estaban armando su regreso cuando escuchaban el griterío en el pueblo.

-- “¡Se quema, se quema!” Gritaban en el pueblo de Cosalá.

Miraban a algunos vecinos llevar cubetas de agua para tratar de apagar el fuego.

Todo era inútil. El abarrote del cacique del pueblo se había quemado todito. El maíz almacenado se redujo a cenizas.

Los pequeños se concretaron a mirar y a emprender el retorno al pueblo. Con ellos llevaban la gallina, unos kilos de maíz y otros tantos de frijol.

 

*** Del relato de vivencias de un desplazado por la pobreza que hoy vive en el norte de Sinaloa.

** Fotografía internet (espero un día conocer Cosalá)

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