HISTORIAS PARA CONTAR | Apuntes de un desplazado… huir de la pobreza



GUASAVE — Se quedó mirando a lo lejos. Hasta donde le alcanzaba la vista. A esa hora de la mañana Culiacán no se escuchaba tan ruidoso. Al fondo se observaba la imponente catedral y un enorme edificio en construcción que domina la estructura urbana de la capital sinaloense, el estadio donde juegan los Tomateros y la avenida Álvaro Obregón.

Manuel es su nombre, es una persona mayor, tiene ya 80 años, usa sombrero como los hombres de antes. Me contó que él había bajado de la sierra, de los altos de Cosalá. En aquellos años lo hizo para huir de la pobreza, era de los primeros desplazados por ese fenómeno social no reconocido por los políticos.

| De huaraches y muy sincero

Cuenta que cuando llegó de Culiacán, en la década de los 40 del siglo pasado, su padre le dijo:

—Mira, tú, si quieres seguir vivo, ya no regreses pa’l pueblo. Allá no hay nada que hacer.

Llegó a la capital de Sinaloa junto con su pobreza y la de su familia. En aquellos años era un chiquillo.

Estamos en el cerro que los culichis y fuereños conocen como La Lomita, en donde se venera a la Virgen de Guadalupe.

“Hasta aquí —me dice haciendo un paneo con sus manos que muestran las huellas de la edad—, me mandaban a juntar leña pa’cocinar”. En aquellos años ni siquiera imaginar que la urbanidad llegaría hasta ese lugar.

—Aquí no había nada. Puro monte, ni siquiera una cruz —dice mientras lanza un vistazo a la iglesia en donde unos pintores trabajan dando mantenimiento al techo.

En el limosnero deja caer una moneda que hace clink, clink al caer al fondo del recipiente y que evidencia dos cosas: como que los creyentes no han sido muy generosos o les acababan de sacar la morralla.

Tenía rato que no regresaba a Culiacán. Le sorprende lo enorme de esta ciudad en donde se escriben días de terror, como el llamado Jueves Negro que transcurrió de la detención a la liberación de Ovidio, hijo del Chapo Guzmán, pero en la que también se muestra el desarrollo de una sociedad con empuje.

Luego bajamos al corazón urbano de la ciudad. Mucho movimiento, el mercado de los dólares por la Juárez que muestra esa economía oscura; el Zoológico, por momentos maloliente, con sus animales resignados en esas jaulas, la jirafa haciendo de las suyas mientras con su enorme lengua negruzca devoraba las zanahorias que los pequeños, temerosos y fascinados, le daban.

El protagonista de la historia se tomó varias fotos. Como para decirle a la vida que había vencido los pronósticos de que no saldría del fango que en ocasiones marca con piedad el fenómeno de la pobreza.

Hoy Manuel sobrepasa los 80 años, dice que quiere llegar a los 100 para seguir contando sus historias, de sus vivencias, de cuando vivió en Badiraguato, de donde salió, igual, pero ya con familia, desafiando a la pobreza, para llegar al valle de Guasave y al municipio de Sinaloa en donde a base de golpes de la vida la Revolución le hizo justicia.

|Agregado

Esta historia la recogí justo cuando iniciaba la pandemia, en el mero corazón de Culiacán. Cuando ni siquiera imaginábamos los crueles momentos que nos han tocado vivir. Muchos han librado la terrible enfermedad, pero hay quienes no. En ese corte se han ido amigos y conocidos, lo más doloroso es que ni siquiera hemos dado ese abrazo ni tiempo nos ha dado para decir adiós.

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